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Matt Mullican. Más detalles de un universo imaginario

Matt Mullican (Santa Mónica, CA, 1951) utiliza una gran diversidad de formatos, como performances, dibujos, pinturas, banderolas, tapices, paneles de cristales de colores, murales, relieves, cajas de luz, carteles, películas generadas por ordenador, mapas, diagramas, maquetas de arquitectura, colecciones de objetos, tablones de anuncios con fotografías y noticias, textos y poesía, para presentar una reflexión basada en una visión del mundo que se resiste a la aparente diseminación de los medios.

La multiplicidad de medios refuerza la coherencia de la articulación de una estética y el poder de su fascinación. Como un auténtico mitologista, Mullican nos introduce en una cosmología que propone modelos de comprensión, sin recular ante una perspectiva monocular del caos aparente del mundo, impuesta por un concepto de la realidad culturalmente aceptado. El artista emprende un viaje largo y complejo hasta llegar a cuestiones que todo el mundo se plantea de un modo similar en momentos decisivos de la vida, cuando el razonamiento suele reducirse a explicaciones banales. El significado de la vida y la muerte, preguntas como «¿qué era yo antes de nacer?» o «¿por qué las cosas suceden de una forma determinada?» no sólo tienen una transcendencia biográfica, sino que sugieren aspectos más importantes del descubrimiento del alma secreta del ser humano.

La sociedad construye la realidad bajo los auspicios del lenguaje, imprescindible tanto desde el punto de vista cultural como para la supervivencia del individuo. Los individuos seleccionan y distinguen sin tener en cuenta las arbitrariedades del lenguaje ni la rigidez que el signo adquiere en el sistema. Junto con las convenciones y la supresión de la idea de realidad, las creencias se mantienen unidas y vivas en relación con esa realidad. Así, Mullican elige el elemento mínimo del lenguaje, el signo, como instrumento descodificador de un mundo desconcertante, para convertirlo inmediatamente en un mapa ideal y rígido en su reconstrucción.

Las banderolas y los dibujos de colores proceden de la investigación de Mullican de principios de los setenta, cuando el artista se interesó por el simbolismo y la percepción de la luz. Subrayando aspectos como los cuerpos contra la luz o reflejados por ésta, las estructuras vitales, y sobre todo, la idea de que detrás de la fisicalidad de la luz y el color hay abstracciones y redes mentales, Mullican inaugura un procedimiento que consiste en reducir la realidad a pautas de luz. La idea de pauta, la suposición de que todo está integrado por pautas, desde la naturaleza hasta el comportamiento cultural, le lleva más allá: desde las series, como los pictogramas, hasta conjuntos de objetos, como los tablones de anuncios con fotografías o colecciones.

Los mapas también constituyen una parte significativa de la obra de Matt Mullican. La linealidad, la elección de colores primarios junto con el verde, el blanco y el negro o las formas geométricas son los medios que utiliza en esta ocasión y que posteriormente extenderá a otras obras. El uso de figuras esquemáticas, aunque apela a formas universales, muestra la influencia decisiva que tienen los signos en la transmisión de información. Ahora, el desarrollo de programas de sistemas de comunicación se produce a través de medios informáticos.

La mayor parte de las performances de Matt Mullican tienen lugar bajo hipnosis. Mientras dibuja o manipula objetos simbólicos, se acerca a estados inconscientes, efectuando una regresión hacia estadios anteriores de la vida. El resultado de estas acciones es doble: si es cierto que, en el ámbito subjetivo, el artista se enfrenta a la materia desde su propia experiencia -algo que podríamos vincular fácilmente a la idea del automatismo inconsciente, tal como se ha representado en el arte a lo largo de este siglo-, no puede negarse que los actos son en sí mismos una consecuencia estética mucho más relevante; si el artista y su cuerpo material son el sujeto, aluden a la ficcionalización de la identidad, ya que su envoltura física está alienada de la conciencia. Así, la experiencia y el signo son cuidadosamente separados, trazando la línea entre lo objetivo y lo subjetivo.

La originalidad de la obra de Matt Mullican estriba en su proximidad con arquetipos y valores colectivos y originales, en una búsqueda utópica de modelos simbólicos de interpretación universal. En efecto, uno de los retos que se plantea el artista es cómo representar la frágil articulación entre la conciencia individual y la realidad en la cultura. Se sitúa en un ámbito presubjetivo, favoreciendo cierta estabilidad del mundo, rechazando cualquier creencia activada por la vanguardia histórica en la necesidad de una emergencia continua de la novedad más absoluta.

Actuando como un detective del conocimiento y reciclando temas extraídos de la historia o la antropología, el paralelismo entre este método artístico y el que utilizan las ciencias sociales se refleja en procedimientos como la organización, la división, la distribución, la ordenación y los que quizá sean más importantes, el establecimiento de series y la descripción de relaciones. Sin embargo, la proximidad se vuelve superficial debido a la existencia evidente de la idiosincrasia artística, como la suposición de una estrecha comunicación entre el orden y el caos, el rechazo de jerarquías conceptuales y la actitud de huir de un método disciplinario en el uso de los distintos lenguajes.