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László Moholy-Nagy. Fotogramas 1922-1943

Pintor, escultor, fotógrafo, cineasta, diseñador, tipógrafo, teórico del arte, pero también arquitecto de exposiciones, publicista, escenógrafo, pedagogo infatigable, László Moholy-Nagy (1895-1946) es el artista que encarna por excelencia el espíritu utópico de las vanguardias de los años veinte y treinta.

De origen húngaro, tras estudiar Derecho y volver del frente, en 1918, decide consagrarse a la pintura. Entra rápidamente en contacto con Kurt Schwitters, Raoul Hausmann y El Lissitaky, frecuenta los medios dadaístas y constructivistas y realiza obras inspiradas en las exploraciones de estos movimientos. A partir de 1922 afirma su personalidad artística y encuentra realmente su estilo original. Como muchos artistas de esta época (por ejemplo, los constructivistas en Rusia, de Stijl en Holanda), experimenta materiales inéditos (acetato de celulosa, plexiglás, aluminio), se entusiasma por las nuevas posibilidades técnicas, defiende la interdisciplinariedad entre las artes, la industria y las ciencias, pero además, es sin duda uno de los artistas que ha propuesto uno de los modelos estéticos más completos de nuestra modernidad. En sus obras, en su aportación didáctica como profesor (sobre todo en la Bauhaus, en Alemania, de 1923 a 1929, y en el Institute of Design de Chicago, de 1937 a 1946) y en sus escritos, Moholy-Nagy contribuye en gran medida a renovar las formas de interacción entre la sensibilidad y el pensamiento, y en este sentido, algunas de sus propuestas son vigentes hoy día.

Su aura de humanista del Renacimiento se debe esencialmente a un hecho: aunque no sea siempre el primero en utilizar una técnica o un material, en cada ocasión, y sea cual sea el ámbito, innova radicalmente. En su obra, los hallazgos formales tienen ciertamente un papel plástico autónomo, pero él les confiere una función esencial a sus ojos, que consiste en transformar el ser humano tanto en su modo de vida, su psicología y fisiología como en su intelecto. Moholy-Nagy, que vivió durante un período extremadamente agitado, quería que el hombre dejara de ser un instrumento o una cosa para convertirse, mediante la actividad creadora, en el único productor y constructor de su existencia. En este sentido, el artista seguía el espíritu utópico de su tiempo: su voluntad de desarrollar al máximo las capacidades físicas y la conceptualización humana en una síntesis funcional del cuerpo y el espíritu explica su búsqueda incesante de nuevas formas plásticas.