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Con y contra el cine. En torno a Mayo del 68

Ciclo de cine y conferencias en torno a Mayo del 68. Presentado por la Fundació Antoni Tàpies en el Instituto Francés de Barcelona.

¿Qué vuelve política a una imagen? ¿Qué hace militante al cine militante? El proyecto Con y contra el cine presenta prácticas cinematográficas experimentales realizadas a finales de la década de 1960 que contienen algunas de las cuestiones políticas esenciales planteadas durante el Mayo Francés. El ciclo incluye ensayos cinematográficos de creación y autoría colectivas, cortometrajes militantes de autores anónimos y películas de cineastas como Guy Debord, Jean-Luc Godard, William Klein, Chris Marker y Mario Marret, entre otros.

Fotogramas que captan, en la urgencia del tiempo real, el acontecimiento. Pero sobre todo fotogramas atravesados por las propias interrogaciones, búsquedas y rechazos que se manifestaron en él. Situar un conjunto de prácticas cinematográficas “en torno a Mayo del 68” no es simplemente una referencia cronológica. Señala más bien al hecho de que un conjunto de películas y propuestas comparten, en su sentido más intenso, algunas de las preguntas radicales surgidas entonces.

La memoria es un espacio de lucha: el recuerdo no es algo que el poder pueda dejar sin gobernar, sobre todo el recuerdo de un momento que cambió el curso de tantas vidas y la realidad misma. En mayo de 2008 se cumplirán 40 años de la mayor huelga general de la historia de Francia y la única insurrección generalizada que experimentó una sociedad capitalista avanzada en la segunda mitad del siglo XX. La “memoria reactiva” (política, mediática, cultural) reduce el significado de Mayo a una algarada estudiantil, a un conflicto generacional, a una cuestión de hormonas, a una aceleración brusca de la modernidad (explosión del individualismo hedonista, liberación de las costumbres), etcétera. Su objetivo es despolitizar el presente. Por el contrario, nuestro acercamiento al 68 confiere centralidad a su crítica radical de la representación, así como a la creación colectiva de otras formas de expresión, vínculo, vida. Apuesta por traer al presente un recuerdo intempestivo y conflictivo: la búsqueda de espacios de lo político fuera, al margen y contra lo político instituido.

Esa búsqueda de nuevos espacios y modos de hacer no discurrió únicamente sobre el terreno organizativo de las luchas: Comités de Acción, ocupación de fábricas, toma de la calle, autoorganización difusa… La insurrección de Mayo afectó con igual intensidad a las prácticas cinematográficas, quizá en mayor medida que a cualquier otra forma o lenguaje. Así, este ciclo de sesiones cinematográficas, que se proyectará a lo largo de mayo-junio en Sevilla, Barcelona y Madrid, presenta una serie de películas, realizadas principalmente a finales de la década de 1960, que asumen los mismos problemas de Mayo: ¿cómo puede expresarse un movimiento que rechaza “la indignidad de hablar por otros” en todos los planos, no sólo mediático, político o sindical, sino también cultural, artístico o intelectual? ¿Qué vuelve política a una imagen? ¿Qué hace militante al cine militante?

El título del ciclo, Con y contra el cine, procedente de un texto aparecido en el n.º 1 de la revista Internationale situationniste, es el epígrafe más adecuado para plantear la doble dirección que surge de tales interrogantes y que tensa estas experiencias:
Contra, porque suponen un pleno cuestionamiento de las formas, modelos y narrativas cinematográficas hegemónicas, de ahí el movimiento de oposición, la crítica hacia unos modelos imperantes.
Con, puesto que simultáneamente constituyen una afirmación y una ampliación de las posibilidades del medio para registrar, comunicar, interrogar, acompañar y potenciar los indicios de transformación social, las nuevas formas de politización, la búsqueda de autonomía.

Desde Loin du Vietnam, filmada por un colectivo de cineastas en 1967, entre los que se encontraban Chris Marker, Alain Resnais, Joris Ivens o Jean-Luc Godard, para protestar contra la intervención militar estadounidense en Vietnam -una guerra cuya denuncia fue precisamente una de las semillas de Mayo- hasta la experiencia de los Grupos Medvedkin, dedicados a la producción y realización de películas militantes por parte de los propios obreros, es decir, de aquellos que en principio siempre han estado excluidos de la representación; desde los cinétracts -literalmente panfletos cinematográficos, brevísimos cortometrajes anónimos, cuyo cometido último era una participación política directa en el movimiento- hasta las películas de Guy Debord, el presente ciclo se halla recorrido por líneas de experimentación y creación radicales.

Esas líneas son plurales y comprenden la interrogación sobre los mecanismos, el estatuto y los fundamentos de la imagen; la interrupción de las formas de transmisión y percepción codificadas, como en las películas de Maurice Lemaître o Pierre Clémenti; la ruptura de barreras sociales entre sujetos y mundos que la sociedad instituida separa cuidadosamente (obreros, estudiantes, cineastas, intelectuales), tal y como se produjo en la formación de los Grupos Medvedkin; la práctica de ensayos de autoría y creación colectivas, como en el caso de los Grupos ARC y Dziga Vertov, o incluso de políticas del anonimato; el establecimiento de circuitos de realización y distribución alternativos como los planteados por los Estados Generales del Cine; la indagación en el seno de las formas cinematográficas, que se extiende desde el encuentro entre banda sonora, texto e imagen, que se contestan o contraponen, erosionando así su valor de evidencia, hasta el uso de inéditos procedimientos de montaje, pasando por el uso de imágenes ajenas o rodadas por otros, sometidas a un ejercicio de crítica o desvío, procedimientos extremados en La société du spectacle o en Un film comme les autres.

En nuestra selección hemos evitado las películas de ficción sobre Mayo, las realizadas en fechas cercanas al propio momento, pero también aquellas producciones posteriores que lo han elegido como escenario donde situar sus argumentos, un escenario invariablemente reducido a los iconos de barricadas, pintadas y manifestaciones estudiantiles que se han conformado como casi exclusivos del movimiento. Asimismo queríamos eludir la ingente cantidad de material audiovisual, televisivo o cinematográfico, dominado por las convenciones documentales, que se ha generado al hilo de las sucesivas conmemoraciones.

El cine en torno a Mayo del 68 es político no sólo porque documente, sea altavoz o denuncia de situaciones de opresión o lucha, sino porque la factura, realización y circulación de las películas cuestionan constructivamente identidades, funciones y categorías sociales nítidamente establecidas. Pero además ningún otro medio parece aferrar tan vívidamente la atmósfera de Mayo en el Barrio Latino, los debates públicos y la reapropiación de las calles, como lo hacen las imágenes de Grands soirs et petits matins de William Klein, o la dureza del combate obrero y militante contra la vuelta al trabajo como Oser lutter, oser vaincre de Jean-Pierre Thorn, pero también su derrota, como La reprise du travail aux usines Wonder. Imágenes que desmienten el blanqueo actual del recuerdo de Mayo -expurgado de violencia, de conflicto y de política- y que funcionan como vibrantes trazas del acontecimiento. Sin duda ello es debido a que estos fotogramas no pretendieron simplemente registrar lo que ocurría, sino también participar activa y creativamente, no quedarse aislados de lo social, sino confundirse con los hechos.

¿Cómo no va a tener hoy una presencia disruptiva el sentido profundo del 68, cuando una formidable ingeniería empresarial, mediática y política define nuestra actualidad, coloniza nuestra atención, dirige nuestra percepción, nos impone y expropia a la vez la palabra y la imagen? ¿Cómo no van a interpelar estas películas al presente, cuando resuenan con un sinfín de búsquedas contemporáneas de nuevos modos de autorrepresentación, más allá de toda mediación instrumentalizadora?

Sí, como proclamaba uno de los textos redactados por los Estados Generales del Cine durante la insurrección de Mayo, el cine se rebela.

David Cortés y Amador Fernández-Savater