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Archivo F.X.: La ciudad vacía

Un proyecto de Pedro G. Romero.
www.fxysudoble.org

Una aproximación a la construcción política de la ciudad moderna, destinada a poner de manifiesto la relación que existe entre los comportamientos y las formas de nuestra comunidad y el gesto iconoclasta. El eje vertebrador de esta aproximación es el proyecto expositivo Archivo F.X.: La ciudad vacía. Comunidad. En torno a este se articulan otros tres proyectos complementarios, Alrededores, Excéntricos y Subterráneos, los cuales complementan desde distintos campos la visión sobre la construcción del proyecto moderno articulada en el Archivo F.X.

Archivo F.X.: La ciudad vacía

El Archivo F.X. opera en torno a las taxonomías y clasificandos que relacionan el lenguaje y lo real. La base para estas operaciones la constituye un vasto archivo de imágenes de la iconoclastia política antisacramental en España entre 1845 y 1945, imágenes que se ordenan bajo un índice crítico de términos que provienen de las construcciones visuales del amplio campo del proyecto moderno. Desde finales de los años noventa se viene trabajando, bien sea recopilando imágenes y documentos que muestran la importancia que el fenómeno alcanzó en el Estado español desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, bien sea activando mediante seminarios y publicaciones la reflexión sobre el tema, o bien activando desde las prácticas artísticas, sociales y políticas la relevancia de la iconoclastia como elemento constitutivo de los comportamientos y las formas de nuestra Comunidad.

En todo este tiempo se ha producido una intensa labor arqueológica y numerosos experimentos sobre las distintas operaciones que la iconoclastia lleva a cabo para, de alguna manera, legitimar gran parte de nuestra percepción de lo real. Esas herramientas constituyen un caudal, teórico y práctico, de aproximaciones al mundo que el Archivo F.X. quiere ahora aplicar a nuestro entorno más inmediato.

Archivo F.X.: La ciudad vacía, presenta ahora una aproximación a la construcción política de la ciudad moderna, del mismo modo que se preparan Archivo F.X.: Una violencia pura sobre la gestión social del miedo o Archivo F.X.: La economía cero sobre el significado cultural del gasto.

Tras dos años de trabajo sobre las construcciones visuales y la iconoclastia, los espacios sagrados y su profanación, el Archivo F.X.: La ciudad vacía ha desarrollado una serie concreta de estas herramientas que se propone aplicar sobre lo presente, una suerte de instrumental con el que empezar a urbanizar la provincia del nihilismo. A menudo los trabajos de representación de las artes visuales se han vinculado políticamente a los límites de la ciudad, las orillas conceptuales donde se producen los más evidentes conflictos políticos -bolsas de marginalidad, nuevas ciudadanías, renovación de las formas del trabajo, neo-urbanismos, etc.-, provocando la más de las veces redundancias y cacofonías, cuando no excesos de retórica y reiteraciones tautológicas tras ese esfuerzo del imaginario. Y es que la propia violencia del conflicto político cualquiera y sus modernas técnicas de aparición y comunicación ya se representan suficientemente y de forma autónoma, sin que sea necesaria intermediación alguna.

Nuestro experimento ocurre en el centro mismo de la ciudad -entendida esta como la comunidad, el hueco del mundo donde nos toca vivir-, esa ciudad vacía que ha sido privada de sus principales saberes políticos, tomada como ejemplo de ciudad en la que en apariencia “nada ocurre”, o, por decirlo de otro modo, de ciudad “despolitizada”, es decir, en la que la “polis” ha dejado de existir. Donde más claramente se nos presenta esta ciudad vacía es en las afueras, de aquí que Badia del Vallès, la ciudad más joven del Estado español, sea nuestro sujeto-objeto de conocimiento. Agradecemos a Badia del Vallès su transparencia, pero no nos engañemos, el vacío del que estamos hablando se produce en el corazón mismo de la ciudad capitalista moderna.

Ciudad Badía o Badia del Vallès es una ciudad nueva, un polígono de viviendas en la periferia de Barcelona que muestra de manera significativa la vigencia de los problemas de la ciudad moderna frente a la conversión de los cascos históricos urbanos en parques temáticos y la dispersión posmoderna de las nuevas zonas residenciales, que hablan ya de otro tipo de urbe. La elección de Badia del Vallès como sitio, como campo de operaciones, se debió a una serie de condiciones -procedencia heterogénea de sus habitantes, una historia reciente, clausura topográfica, reconfiguración continua de sus edificios, predominio de la vivienda social, ciclo festivo en construcción, progreso en el asociacionismo ciudadano, estadio habitacional, autogestión de la independencia, etc.- de entre las cuales la condición principal quedaba expresada por la ausencia total de marcas -emigración, precariedad, especulación, etc.- de las que haya abusado la violencia estética contemporánea. Como guía indispensable en nuestras incursiones a Badia del Vallès hemos utilizado el trabajo de Valentín Roma.

La paradoja que se produce cuando observamos la potencia política que late en el corazón de la ciudad vacía -sin “polis”, es decir sin política- fue el primer indicador que nos aseguró que Badia del Vallès sería nuestro lugar de trabajo.

Que el perímetro del polígono de viviendas que dibuja Badia del Vallès represente la forma de la península ibérica y la disposición y nombre de su callejero -calles como Algarve, Bética, Mediterránea, Menorca, etc.- se adecue perfectamente a esta cartografía nos posibilitó la metonimia para hacer de Badia del Vallès la ciudad por excelencia, fue nuestro segundo indicador.

El tercero apareció a lo largo de una conversación en la sede de la asociación de vecinos de Badia, que hace también las veces de funeraria municipal, con su presidente Andrés Llantadas y su secretario, que minutos antes nos había ofrecido comprar lotería. La conversación circuló alrededor de los problemas de habitabilidad de la ciudad, de cómo la conversión de un polígono de viviendas abandonado al barraquismo vertical se había constituido en Comunidad de vecinos y de cómo esta Comunidad se había construido a partir de las distintas luchas vecinales por abrir accesos, mejorar escaleras, levantar pavimento, exigir ascensores, subir el nivel de vida. Para estos singulares vecinos Badia volvía a existir cada vez que sus habitantes salían a la calle a reclamar algo, hacían política haciendo ciudad, y eso era lo que, contradictoriamente, las políticas municipales y generales querían suprimir, vaciando de contenidos políticos las vidas de sus gentes. Así se activó nuestro tercer indicador, con especial atención a los modos en que las gentes, a pesar de la naturaleza del poder para hacer de nuestras urbes su Capital, han sabido hacerse su propia Comunidad.

Además, en La ciudad vacía hemos contado con la colaboración de Juan José Lahuerta, Enrique Vila-Matas y Manuel Delgado, a los que se invitó a trabajar en paralelo al Archivo F.X., concurriendo espacios comunes pero también difiriendo por caminos y vericuetos distintos, trabajos que se están presentando en distintos eventos: Alrededores -Juan José Lahuerta con la participación de Ángel González García, Francesc Muñoz, Itziar González Virós, Maria Rubert de Ventós, José Luis Oyón, Ivan Bercedo y Jorge Mestre-, Excéntricos -Enrique Vila-Matas con la participación de Justo Navarro, Antonio Molina Flores, Francisco Correal, Alfredo Valenzuela, José Antonio Garriga-Vela y Laura García Lorca- y Subterráneos -Manuel Delgado con la participación de Gerard Horta, Deborah Fernández, Andrea Avaria, Marc Dalmau, Santiago Subirats, Teresa Tapada y Lucrezia Miranda.

 

Comunidad

Comunidad es el nombre con que se presenta el conjunto de trabajos que el Archivo F.X. ha realizado para La ciudad vacía. En una puesta en escena que es a la vez teatro y gesto, se ponen en juego construcciones visuales de todo tipo -imágenes, pasatiempos, organizaciones, acciones, participaciones, ruidos, lenguaje- que gestionan una manera distinta de enunciar el discurso en el que los valores gestuales del teatro restan a los trabajos valor de exposición.

El teatro es, en este sentido, un útil con el que presentar los trabajos a modo de “composición de lugar”, haciendo las veces coreográficas de un teatro mental. Se trataba de poner en escena un archivo y sus funciones con respecto a la construcción de la ciudad. Una imaginería tópica nos remite a estas escenografías, desde la vieja emblemática hasta la escena que cierra el Ciudadano Kane de Orson Welles, por ejemplo, el archivo “se hace” una ciudad. Un teatro y su doble, dando a la conjunción “y” los mismos valores de demolición, de vaciamiento, que les consignó Antonin Artaud: “un instrumento que no separa sino que obliga al teatro a doblarse sobre la realidad.” Para el Archivo F.X. este espacio de presentación de los trabajos aparece como lugar de lugares en esta misma forma de doblarse sobre lo real, pero también de doblegarse ante ello puesto que dotar a cada pieza con el valor de una herramienta es también fruto de ese intento de restar valor de exposición a cada uno de los trabajos.

Así, la afirmación “esto no es una exposición” puede inscribirse como frontispicio en la puerta de entrada de la sala, y no es que se trate de un laboratorio, ni de un work in progress, ni de un trabajo en construcción sino que es la naturaleza propia de este trabajo la que exige entrecomillar el espacio tradicional de exposición del que hace uso. Aunque el espacio se construye con los materiales que se exponen estos no apuntan hacia la obra acabada, no tienen en ese monumento su finalidad, sino más bien tienden a dibujar operaciones de intermediación, más bien hacen de cada cosa un medio. El recurso teatral funciona así como muro de contención evitándonos la colonización de espacios de la realidad que la violencia estética acaba convirtiendo en capital.

Toda la exposición es portátil, cabe en un libro, y esta disposición trabaja también en la dirección de restar valor de exposición a las cosas. La construcción, el andamiaje de toda la ciudad funciona a la contra de un teatro de la memoria, así lo que pone en juego es más bien un “arte del olvido” frente a una totalizadora ars mnemónica, con el mismo sentido crítico que quería darle Michel Foucault a la tecnología del archivo.

Etimológicamente, de una forma evidente, los espectadores de esta exposición hacen Comunidad en el sentido de que reciben una misma comunicación. Subrayar en el montaje el carácter polifónico de esta es también parte del trabajo del Archivo F.X. Los visitantes como habitantes de la comunidad son por un momento más actores que espectadores. Bien que la exposición pública de todos estos trabajos no persigue más que invitar a los visitantes, a los espectadores, a estos actores a que sumen sus expectativas, sus actitudes, sus gestos a la gran máquina de trabajo del Archivo F.X. Como verdaderos ayudantes, los visitantes actores espectadores de la exposición deben encontrar su “Mac Guffin” con el que hacer recorrido, dejar rastro, dibujar el suelo y el aire de la instalación. Convoquemos pues en este escrito a estos ayudantes para que nos sirvan de guía en esta exposición, actores con los que atravesar este escenario.